Monday, October 09, 2006

Murió uno de mis grandes amores…

Este pasado fin de semana tuve la pena de tener que lidiar con la muerte de uno de mis grandes amores: Sandra. Más que mi UNICA amiga de la infancia, Sandra era mi hermana.

Su madre y la mía se conocieron en sus años de juventud, antes de casarse o de tener hijos y se hicieron amigas. Esa amistad aún dura aunque lamentablemente no con la misma intensidad que en aquellos años. Sin embargo, era natural que Sandra y yo fuésemos amigas. Nos veíamos a menudo, compartíamos muchas actividades y fue naciendo así una amistad muy profunda. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad de niñas y luego de jovencitas se convirtió, sin darnos cuenta, en una hermandad.

Recuerdo que su padre era muy estricto y no la dejaba salir ni a la esquina; a menos que fuese conmigo o con mi familia. A donde único podía ir a quedarse un fin de semana sin que Raul protestase o diese mucho problema era a casa de Zory (mi mamá). Sandra era otra hija para mi mamá; o por lo menos así lo veíamos nosotras.

Recuerdo como nos amanecíamos hablando babosadas y escuchando música. Nos gustaba inventar en la cocina, hacerle maldades a mi hermano y hablar de chicos.

A los 17 me fui de Puerto Rico a vivir a Estados Unidos pero eso nunca afectó nuestra amistad. Siempre nos mantuvimos en contacto y cuando venía a Puerto Rico “de vacaciones” Sandra se mudaba para casa conmigo por el tiempo que fuese.

Cuando regresé definitivamente a Puerto Rico, Sandra me sorprendió porque se había convertido, durante esos 7 años, en la mejor amiga de mi hermano también.

Mi hermano se casó y tuvo sus hijos. Yo me casé y también tuve los míos. Sandra nunca se casó pero sí tuvo hijos; no de ella, sino los nuestros. Y aparte de los nuestros tuvo muchos otros más. Sandra se dedicó a cuidar niños con su mamá y tan buen trabajo hizo que hasta los más grandecitos siempre mantuvieron una relación cercana con ellas.

Sandra fue un ser extremadamente especial. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, aunque fueron muchos los que se olvidaron de ella en sus momentos más difíciles.

Un día enfermó seriamente y solamente algunos nos mantuvimos ahí de alguna manera; ayudándola, soportándola, visitándola, amándola. Aunque lo esperaba ya hacía algún tiempo, no puedo negar que su muerte me tomó por sorpresa. Aunque sé que en esta nueva etapa de su existencia estará mejor, porque fue a morar con nuestro Creador (de eso tengo convicción plena), no puedo negar que en mi naturaleza humana y egoísta la extraño.

Definitivamente, Sandra no era mi amiga; era mi hermana.

Lo paradójico de todo esto es que por un lado siento una alegría profunda porque sé que ahora está mejor y no sufre y porque TODOS mis recuerdos de ella son buenos, alegres y significativos; pero por otro lado siento un profundo dolor emocional y físico. Un dolor que no se puede definir con palabras.

Estuve ahí para ella y la amé. Ella lo sabe porque se lo dije muchísimas veces. Le decía que era el amor de mi vida y no mentía al decirlo. Lo fue y siempre lo será.

Me queda la fe de que la veré nuevamente algún día y eso me fortalece y le doy gracias a Dios por haberme permitido tener la dicha de tener a alguien tan especial en mi vida y porque ella sí llegó a ser uno de mis grandes amores… Ahora entiendo porque dicen que el verdadero amor NUNCA muere.

Sandra Ivelisse Pizarro Camacho
7 de agosto, 1969 – 5 de octubre, 2006

©Derechos Reservados - Mei-Ling ((-_)))

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