Wednesday, April 18, 2007

Cuando la gente te saca el cuerpo…

...no es necesariamente por tu mal olor. ¡JEJEJE! Son bromas; eso es solamente parte del asunto.

Alguna gente parece no darse cuenta o no querer aceptar que los demás le sacan el cuerpo. Para los que no entienden el término “sacar el cuerpo”, me refiero a rechazar. La persona que “te saca el cuerpo” te está rechazando.

Y digo que no se dan cuenta o no lo aceptan porque son reacios al cambio y a la modificación de actitudes. “Soy como soy, y punto.” Parecerían decirse a si mismos. Y es una verdadera lástima porque si más personas estuviésemos dispuestas a aceptar las críticas o los mensajes subliminales provenientes de los que nos rodean seguramente aprenderíamos muchísimo de ellos y de nosotros mismos.

Conozco a alguien que con el pasar del tiempo se ha ido quedando sin amigos. Poco a poco todos nos hemos ido alejando de él. Algunos porque no soportamos su mal aliento y otros por su mala sangre, mala fe, o mala actitud.

Es el tipo de persona que está siempre a la defensiva; es descaradamente vengativo pero obviamente no lo acepta; peor aún, lo trata de encubrir con actos caritativos con algunas personas, pero siempre con una agenda oculta. Tiene problemas en su matrimonio porque no sabe comunicar sus sentimientos y se traga todo hasta que de momento explota de manera inesperada e irracional.

Sé lo de sus problemas matrimoniales porque él mismo me lo ha contado; siempre lo he aconsejado y cuando no ha tenido la razón se lo he dicho de frente.

A esta persona se disfruta el ser piedra de tropiezo para que otros no puedan progresar. De hecho, pareciera ser que le joroba ver que otros progresen. Todo esto lo hace de una manera tan sutil (pero tan obvia para mi y algunos otros) que logra engañar a alguna gente haciéndoles creer que es un tipo buena gente.

Lo que no entiendo es cómo no se da cuenta, este tipo de persona, que los demás le estamos sacando el cuerpo por alguna razón. Digo, si yo tuviese amigos y gente con quién “janguear” y de momento un día me encuentro sola, sin gente que quiera ir a almorzar conmigo, sin gente que quiera compartir socialmente conmigo, sin gente que siquiera se tome un café conmigo a la hora del “break”, comenzaría a preocuparme. O por lo menos a preguntarme, “Coño, ¿será que apesto?”

Se puede entender que de momento una persona deje de hablarte o de compartir contigo (por la razón que sea), pero cuando todo el mundo te saca el cuerpo, cuando nadie te trata como antes y cuando llegas salen corriendo, algo serio debe estar pasando.

Yo por lo menos le preguntaría a alguien qué está pasando. Trataría de averiguar qué es lo que me hace tan inaceptable o indeseable de momento. Digo, porque no todos son tan frescos como yo como para decirte de frente lo mala fe y mala sangre que pienso que eres.


Derechos Reservados©, Mei-Ling ((-_)))

Tuesday, April 10, 2007

Mujeres con chofer…

En Arabia Saudita a las mujeres no les está permitido manejar (o guiar, como decimos en Puerto Rico). Obviamente muchas mujeres están completamente en contra de este acto tan discriminatorio y algunas están luchando (por lo bajo y por lo alto) para remover esta prohibición; hasta ahora su lucha ha probado ser fútil.

La mayoría de la gente - especialmente en Occidente - que no conoce Arabia Saudita y su cultura, no entiende ni mucho menos acepta el razonamiento de los Saudíes en contra de que las mujeres manejen. Aunque algunos se lo atribuyen al Islam, lo cierto es que en otros países que practican el Islam las mujeres sí manejan.

Entre las razones que usan los hombres árabes para prohibir esta práctica está el temor de que otros hombres abusen o maltraten a la mujer, durante algún accidente o incidente en la carretera, por pensar que las mujeres son inferiores a ellos. Otros piensan que permitir que las mujeres manejen sería como abrirle las puertas (o darle permiso) para que salgan cuando gusten a citas amorosas y encuentros románticos. Cosa que tampoco es permitida allí.

En Arabia Saudita las mujeres tienen chofer. Pero no “chofer” como lo conocemos acá en Occidente. Es un servicio como el de jardinero o plomero. “¿Necesitas ir a algún lugar y tu marido no puede llevarte? Llama al 1-800-TU-CHOFER ó al 1-800-TE-GUIO.” Puede que suene irónico, cómico o ridículo, pero así es que funciona. En realidad es un servicio contratado tan común como cualquier otro servicio.

La transportación pública en Arabia Saudita (taxi o autobús) no es una opción viable para la mujer porque, por un lado, algunos choferes de autobuses no permiten que se monten mujeres con ellos y por el otro lado existe un problema de seguridad. Las carreteras allí también son sumamente peligrosas. Sí, lo sé de primera mano.

“Cuando era árabe” me visitó en Puerto Rico este amigo Saudí; quedó sorprendidísimo no solo de ver a tanta mujer guiando en las carreteras en PR, sino de cuanto carro hay en las calles a toda hora del día. Me preguntaba él que a dónde va tanta gente a todas horas del día. Para él fue un choque cultural que entiendo perfectamente.

En Puerto Rico (creo que pasa en otros países también) los hombres se quejan muchísimo de la forma en que guían las mujeres. Dicen que guiamos malísimo. Y claro, siendo justas, muchas mujeres dicen lo mismo en cuanto a los hombres. Y a veces me pongo a pensar que es muy cierta su queja; la de los hombres en cuanto a las mujeres.

A diario veo mujeres guiando que me dejan con la boca abierta. Sí, claro que también veo hombres, pero ese no es el punto. Y si la mujer lleva niños en el auto, ¡ni se diga! Vamos maquillándonos, hablando por celular, dándole comida al niño o aguantándole el biberón a la niña; en fin, “multi-tasking”.

¿No sería chévere que las mujeres en Occidente tuviésemos por obligación que tener chofer? ¡Oh, Dios! Ya puedo oír los gritos de las feministas. Deben estar acordándose de mi santa madre y de toda mi generación. Otras dirán que estoy loca o que me metí alguna droga o que soy parte de alguna nueva secta. Pero, no. No me metí nada, ni me volví loca.

No saben la de veces que he deseado (con todo y lo diestra que soy manejando y haciendo otras mil cosas a la vez) tener un chofer. Sería toda una monería. Poder montarme en el auto y que alguien ya me estuviera esperando con el aire acondicionado puesto para llevarme al trabajo. Ir todo el camino maquillándome tranquilamente, o leyendo algún libro o hablando con alguien por celular sin tener que interrumpir para gritarle a algún hijo’ela por el corte de pastelillo que te acaba de hacer o para que se salga del medio.

A la hora de almuerzo, el chofer me llevaría con mis amigas al centro comercial o restaurante del día para comer y hacer mis compras y otras diligencias. Cuando salgo a las 5:30 de la tarde de la oficina, allí está el tipo esperándome para llevarme a casa; yo tranquila nuevamente, echándome fresco mientras continúo mi lectura.

O nada más imagínense: Plaza Las Americas (lugar al que DETESTO ir) el sábado antes del Día de las Madres. El chofer me lleva, me deja en la entrada de Macy’s sin tener que preocuparme por encontrar estacionamiento y sin tener que caminar y llegar toda sudada a la bendita tienda.

Algunas dirán que para eso está el marido, pero, ¿y cuando no está? Además, con todo y lo que me gusta que mi esposo vaya conmigo a todas partes, de vez en cuando una va con las amigas a algún lugar o con los hijos porque el marido o no quiere o no puede ir con una (especialmente a los centros comerciales).

No sé ustedes, pero yo sería de lo más feliz con un chofer y con que nos sacaran de las carreteras por lo menos por par de días a la semana (para empezar).

Y a las feministas que ya están chillando porque este escrito tira por el suelo todo lo que lucharon nuestras antepasadas para que hoy día las mujeres tuviésemos ciertos derechos, por favor, ¡dejen el berrinche!


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Monday, April 09, 2007

Música cristiana versus música secular…

Cada vez que alguien me pregunta si escuché tal o cual canción nueva y le contesto que ya no escucho música secular, me preguntan que a qué me refiero con eso de música secular. La palabra secular (del adjetivo seclar y del latín secularis) se refiere a aquello que se relaciona al mundo (mundano); que no tiene relación con lo espiritual o sagrado.

Soy una persona extremadamente musical. Desde niña me ha gustado muchísimo la música, sin importar el género. Y hasta hace unos años la música para mi era una adicción. Escuchaba música todo el tiempo; y en serio, cuando digo que todo género, TODO género. Jazz, clásica, country, salsa, merengue, bachata, rock, heavy metal, R&B, pop, disco y hasta reggaeton (aunque sé que algunos se desfigurarán al incluir en mi lista de música el disco y el reggaeton).

Aunque nací en un hogar cristiano y mi madre siempre nos llevó a una iglesia protestante donde se supone “prohibían” escuchar cualquier tipo de música que no fuese cristiana, la verdad siempre fue otra. Mis padres nunca me “prohibieron” escuchar ninguna clase de música pero tampoco me inculcaron el escuchar solamente música cristiana; cosa que hoy día pienso hubiese sido lo ideal. Pero ellos no tenían el conocimiento que hoy día tengo yo. Y no es que la música secular sea mala, aunque sí hay “canciones” que hubiese sido mejor que nunca se hubiesen “creado”.

Y créanme que cuando, estando en la iglesia, alguien me decía que no podía escuchar “música del mundo”, siempre retaba ese argumento contestando que la música es de Dios y que no hay música mala, solamente letras (lírica) mala o negativa. Me llevaba al mundo de frente defendiendo las baladas y la música romántica del ayer de tanto excelente compositor Puertorriqueño existe o ha existido.

Y es que cuando te dicen que no puedes hacer una cosa u otra y no te explican “porqué” se te hace difícil aceptarlo y punto. Uno no puede decirle a alguien que no haga algo y ya. Eso no funciona con alguna gente. No funcionaba conmigo, obviamente.

No fue hasta hace unos años que tuve una revelación maravillosa que me hizo entender lo que Dios quería que entendiese en cuanto a la música secular versus la música cristiana. Esa revelación llegó a través de
Marco Barrientos
durante uno de sus conciertos en Puerto Rico. Marco dijo en un momento dado durante sus charlas que habíamos sido creados para estar en intimidad con Dios (cosa que ya había aprendido en la iglesia) y que nuestros sentidos debían ser utilizados para eso. Nuestra boca y nuestros oídos son para adorar a Dios.

No es que una canción sea buena o mala; es que me debo preguntar que si eso que estoy escuchando es de alabanza y adoración a mi Creador; a mi Dios.

Sé que para muchos mi explicación sonará extrema y hasta fanática, pero lo he dicho antes y lo diré nuevamente. Sí, soy fanática de Cristo. Su fanática número uno. Y mi deseo más ardiente es agradarle a él.

Cuando escucho de ministerios o ministros musicales que deciden incluir en su repertorio canciones con “contenido social” o que deciden incursionar en la música secular “para llegar a la gente del mundo” no puedo dejar de preguntarme si es a Dios a quien le cantan o es al mundo.

Es ahí donde se ve quien es el verdadero adorador y quien es el cantante o artista. Cuando escucho a “cantantes cristianos” que de repente sacan una cancioncita secular para su público del mundo me pregunto si están buscando agradar a Dios o buscando reconocimiento para ellos mismos.

Algunos lo hacen por razones económicas, porque piensan que la música cristiana no vende como vende la mundana; pero entonces, ¿dónde queda aquello de “mi Dios proveerá a todas nuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

Dios está buscando adoradores y no cantantes. Dios busca gente que le adore y le sirva con sus 5 sentidos; gente que no claudique a la hora de la verdad y que no prostituya el talento que El le dio. Los que cantan para Dios y para el mundo confunden a algunos y en su momento le darán cuentas a Dios.


Pero la hora viene, y ahora es,
cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.

(Juan 4:23)

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Wednesday, April 04, 2007

Bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia...

A diario escucho a personas preguntar o preguntarse porqué hay tanta injusticia en el mundo, niños pasando hambre y enfermedades, mujeres y hombres maltratados y maltratantes; tanta criminalidad, pobreza y hambre.

De hecho par de personas se han sorprendido cuando le contesto que lean Deuteronomio 28. Sí, en la Biblia. ¿A qué otro lugar los puedo referir, si soy cristiana y creo en la Biblia como la Palabra de Dios?

Y, no sé ustedes, pero a mi cuando algo me da resultados lo recomiendo. Ese ha sido el caso con muchos libros que he recomendado (no todos cristianos o espirituales necesariamente). Pero en este caso en particular en el que alguna gente (por no decir la mayoría) se encuentran preguntándose a si mismos o a Dios el porqué de lo que sucede en nuestro mundo, mi mejor contestación está en Deuteronomio 28.

Aunque he leído la Biblia par de veces, por cuestiones de estudio, la verdad es que no siempre se detiene uno a analizar detenidamente todo lo que lee. Por eso, aunque ese pasaje no me era del todo extraño, no fue hasta hace unos años que me abrió los ojos a porqué en mi vida habían pasado ciertas cosas. Fue en ese momento en que aprendí a que tenía que hacer las cosas de otro modo.

Deuteronomio 28 comienza diciéndonos que si obedecemos diligentemente al Señor (Dios), y cuidamos sus mandamientos (y no solamente son 10 – para los que no lo saben – ¡jejeje!), Dios nos pondrá en alto y nos bendecirá. De la misma forma nos advierte sobre las maldiciones que vendrán y alcanzarán a los que no obedecen a Dios. Les advierto, son fuertes, pero son ciertas.

Está brutal porque muchas veces me preguntaba sobre algunos vicios y enfermedades que parecen venir en cadena en las familias. No entendía porqué algunas personas tenían los mismos vicios y pasaban por los mismos problemas serios que antepasados suyos. No cosas de genética, como podría decirse de las enfermedades y características, sino cosas como mujeres que son maltratadas, cuyas madres fueron maltratadas, cuyas madres fueron maltratadas, etc., etc., etc. Igual con muchas otras cosas. Son cosas a las que llamo maldiciones generacionales. Y eso no me lo inventé yo; que conste.

Algo que tampoco me inventé que la enfermedad es una maldición. Y no es que piense que un catarro ocasional o algún resfriado o alergia sean una maldición. La maldición está en vivir en enfermedad constante. Esa gente que se adueña de la enfermedad y la hace suya; “mi diabetes”, “mi alta presión”, “mi cáncer”. ¿Qué es eso? Si Jesús murió por nuestros pecados y enfermedades, entonces, ¿porqué aceptar la enfermedad en nuestras vidas como algo de lo más común? Pareciera ser que alguna gente quiere sacrificarse más que Jesús. De hecho, algunos en estos días de Semana Santa se auto-flagelan, se crucifican y no sé cuantas loqueras más. Pero ese es otro tema.

Los seres humanos queremos hacer las cosas mal y que nos salgan bien. Pero, ¿en qué cabeza cabe? Dios no puede ser burlado. Con Dios es todo o nada. No podemos vivir en pecado (y sabemos que muchas de las cosas que hacemos son pecado) y pretender que todo nos vaya bien en la vida; que no tengamos problemas, escasez y enfermedad. Eso no cuadra con Dios.

Y no es que Dios esté en el cielo “velando” nuestros movimientos para cuando fallamos castigarnos con el látigo vengador. No. Lo que nos sucede es a consecuencia de nuestras propias decisiones.

Si obedecemos y “bregamos” bien, recibiremos bendiciones; si por el contrario, desobedecemos y “bregamos” mal, son maldiciones lo que nos alcanzan. Es así de sencillo y sin complicaciones; igual que la Palabra de Dios.

Así que la próxima vez que te encuentres a ti mismo preguntándote el porqué de ciertos padecimientos y problemas, ponte a analizar en qué le has fallado a Dios y dónde está tu pecado (chisme, queja, mentira, adulterio, fornicación, robo, enemistades, inmoralidad, impureza, enojos, celos, idolatría, borracheras, orgías, envidias, rivalidades y cosas semejantes a estas – Gálatas 5:19-21). Entonces arrepiéntete y comienza a vivir como Dios quiere que vivas (que vivamos porque a mi también me aplica el cuento) en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio…


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