Wednesday, April 04, 2007

Bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia...

A diario escucho a personas preguntar o preguntarse porqué hay tanta injusticia en el mundo, niños pasando hambre y enfermedades, mujeres y hombres maltratados y maltratantes; tanta criminalidad, pobreza y hambre.

De hecho par de personas se han sorprendido cuando le contesto que lean Deuteronomio 28. Sí, en la Biblia. ¿A qué otro lugar los puedo referir, si soy cristiana y creo en la Biblia como la Palabra de Dios?

Y, no sé ustedes, pero a mi cuando algo me da resultados lo recomiendo. Ese ha sido el caso con muchos libros que he recomendado (no todos cristianos o espirituales necesariamente). Pero en este caso en particular en el que alguna gente (por no decir la mayoría) se encuentran preguntándose a si mismos o a Dios el porqué de lo que sucede en nuestro mundo, mi mejor contestación está en Deuteronomio 28.

Aunque he leído la Biblia par de veces, por cuestiones de estudio, la verdad es que no siempre se detiene uno a analizar detenidamente todo lo que lee. Por eso, aunque ese pasaje no me era del todo extraño, no fue hasta hace unos años que me abrió los ojos a porqué en mi vida habían pasado ciertas cosas. Fue en ese momento en que aprendí a que tenía que hacer las cosas de otro modo.

Deuteronomio 28 comienza diciéndonos que si obedecemos diligentemente al Señor (Dios), y cuidamos sus mandamientos (y no solamente son 10 – para los que no lo saben – ¡jejeje!), Dios nos pondrá en alto y nos bendecirá. De la misma forma nos advierte sobre las maldiciones que vendrán y alcanzarán a los que no obedecen a Dios. Les advierto, son fuertes, pero son ciertas.

Está brutal porque muchas veces me preguntaba sobre algunos vicios y enfermedades que parecen venir en cadena en las familias. No entendía porqué algunas personas tenían los mismos vicios y pasaban por los mismos problemas serios que antepasados suyos. No cosas de genética, como podría decirse de las enfermedades y características, sino cosas como mujeres que son maltratadas, cuyas madres fueron maltratadas, cuyas madres fueron maltratadas, etc., etc., etc. Igual con muchas otras cosas. Son cosas a las que llamo maldiciones generacionales. Y eso no me lo inventé yo; que conste.

Algo que tampoco me inventé que la enfermedad es una maldición. Y no es que piense que un catarro ocasional o algún resfriado o alergia sean una maldición. La maldición está en vivir en enfermedad constante. Esa gente que se adueña de la enfermedad y la hace suya; “mi diabetes”, “mi alta presión”, “mi cáncer”. ¿Qué es eso? Si Jesús murió por nuestros pecados y enfermedades, entonces, ¿porqué aceptar la enfermedad en nuestras vidas como algo de lo más común? Pareciera ser que alguna gente quiere sacrificarse más que Jesús. De hecho, algunos en estos días de Semana Santa se auto-flagelan, se crucifican y no sé cuantas loqueras más. Pero ese es otro tema.

Los seres humanos queremos hacer las cosas mal y que nos salgan bien. Pero, ¿en qué cabeza cabe? Dios no puede ser burlado. Con Dios es todo o nada. No podemos vivir en pecado (y sabemos que muchas de las cosas que hacemos son pecado) y pretender que todo nos vaya bien en la vida; que no tengamos problemas, escasez y enfermedad. Eso no cuadra con Dios.

Y no es que Dios esté en el cielo “velando” nuestros movimientos para cuando fallamos castigarnos con el látigo vengador. No. Lo que nos sucede es a consecuencia de nuestras propias decisiones.

Si obedecemos y “bregamos” bien, recibiremos bendiciones; si por el contrario, desobedecemos y “bregamos” mal, son maldiciones lo que nos alcanzan. Es así de sencillo y sin complicaciones; igual que la Palabra de Dios.

Así que la próxima vez que te encuentres a ti mismo preguntándote el porqué de ciertos padecimientos y problemas, ponte a analizar en qué le has fallado a Dios y dónde está tu pecado (chisme, queja, mentira, adulterio, fornicación, robo, enemistades, inmoralidad, impureza, enojos, celos, idolatría, borracheras, orgías, envidias, rivalidades y cosas semejantes a estas – Gálatas 5:19-21). Entonces arrepiéntete y comienza a vivir como Dios quiere que vivas (que vivamos porque a mi también me aplica el cuento) en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio…


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