Wednesday, December 06, 2006

A mí que no me velen. ¡Que me cremen!


Toda la vida he sido medio morbosa en cuanto a la muerte. No le temo. Nunca le he temido en realidad. En realidad lo morboso es en cuanto al manejo del muerto o el cadáver. No me molesta ir a la funeraria a dar el pésame o a ver al muerto. Al contrario, lo veo como un momento en el que sabemos (los vivos) quienes son los que verdaderamente nos aprecian. Porque la gente va en muestra de apoyo, de consuelo, de solidaridad; en fin, pienso que es bueno acompañar a la gente en su momento de dolor.

En mi familia inmediata no ha habido muertes hace muuuuuuuuucho tiempo. La muerte más reciente que me haya tocado bien de cerca fue la de mi hermana (éramos más que amigas), Sandra.

Primero no sabía si podría enfrentar el hecho de verla ahí tendida; muerta. La verdad es que no tuve mucho tiempo para analizarlo. Una de sus hermanas me llamó diciendo que seguramente tendrían que velarla con el ataúd cerrado y que solamente sus seres más cercanos podrían verla por última vez. Así que tuve que decidirme rápido y salí corriendo hacia la funeraria tan pronto tuvieron listo el cuerpo.

Habíamos decidido velarla con una de sus famosas batas. Desde el principio dije que no iba a dejar que le pusieran “ropa desconocida”. Ya saben, esa ropa que usualmente va y compra la familia especialmente para esa ocasión. Hasta ropa interior piden en la funeraria. Cómico, porque Sandra hacía mucho que no usaba ni lo uno ni lo otro (ojalá no me esté leyendo). Su condición de salud no se lo permitía. Otra cosa que hacía mucho no hacía era estar completamente acostada sobre su espalda. Sandra padecía de apnea del sueño y, debido a un tumor que se lo impedía, llevaba muchísimos años sin poder dormir acostada. Dormía sentada en la cama. Así que podrán imaginar mi impresión al verla acostada en el ataúd. Por otro lado, en parte el verla allí me confirmaba que lo que quedaba en aquella caja no era Sandra; era simplemente un cuerpo.

Sandra estaba un “poquito subidita” de peso (ahora sí me sale esta noche – son bromas), así que el proceso de mover el ataúd para acomodarlo en la funeraria, y luego para llevarlo de allí al cementerio, fue una pesadilla. Añadiéndole el peso del ataúd, estoy segura de que muchos maldijeron la hora en que “les tocó” cargarla. Quizá no sus allegados (aunque no lo dudo del todo), pero sí los demás (incluyendo al personal hospitalario, a los de la funeraria y a los del cementerio). De hecho, en el cementerio se formó un “titingó” a la hora de bajar la caja y acomodarla en el panteón. Había más de 20 hombres y dos mujeres (sus hermanas) haciendo malabares para ponerse de acuerdo en cuanto a una estrategia exitosa. Seguramente ella estaba riéndose de todos los que la tuvieron que carretear desde su muerte hasta el panteón.

Aunque ya lo había contemplado antes, durante esta experiencia lo confirmé. De hecho, le había dicho a mi madre hace un tiempo que no quiero que me velen. No recuerdo desde cuando pienso así, pero sí sé que en el momento de la muerte, nuestro espíritu se desprende de nuestro cuerpo y lo que queda es el caparazón. Ese caparazón no es ni remotamente parecido a ese ser querido; y no solamente por lo obvio en cuanto a que no hay vida, sino que debido a que no hay vida, el físico tampoco es igual.

Miraba a Sandra y aunque le habían puesto su bata y le habían hecho su moño, igual no se parecía a ella. Parecía estar enojada. No era la Sandra que yo conocía. Y eso es precisamente lo que no quiero que pase conmigo (aunque después de muerta no hay mucho que uno pueda decidir). ¡Imagínense! ¡Yo que me paso con la peinilla al aire! Tirada en una caja toda seria y con cara de enfogoná’…. ¡Naaaaaaah! Esa no era. Prefiero que hagan escabeche conmigo.

En realidad quisiera evitarles a mis hijos, a mi madre y a mi esposo que me vieran muerta; porque eso que queda ahí no seré yo. Que me recuerden como soy: alegre, sonriendo, con mis ocurrencias de siempre; pero ¿muerta?, no. Eso de estar ahí tirada en una caja con un bonche de hipócritas (seguramente) pasándome por el lado diciendo lo buena (o mala) que fui no va conmigo.

Así que ya lo saben… ¡A mí que no me velen! iQue me cremen!


®Derechos Reservados - Mei-Ling ((-_)))

3 comments:

kal-el said...

Saludos Mei-Ling.
Yo en realidad que todavia no me decido si me van a velar en una tumba o me van a cremar.Pero casi siempre la tradicion es ver el cuerpo de muerto antes de decirle adios,en mi caso no me importaria si hablan bien o mal de mi total no los voy a eschuchar.
aunque no lo creas esto es algo que mucha gente planea con tiempo y hasta tienen todo pago para no dejarle las cuentas a su pareja ni a la familia.

kal-el said...

Triste es cuando un amigo se y deja un espacio vacio.

Mei-Ling said...

Estoy de acuerdo contigo en que alguna gente sí hace arreglos funerarios con anticipación; pero lamentablemente (para la familia) mucha gente no los hace y luego son otros los que se quedan pagando la longaniza que cuesta velar y enterrar a alguien hoy día. Por eso me sigue pareciendo que cremar es mucho más económico y viable. ¡Saluditos!